Oración sagrada a San Luis Gonzaga

Luis Gonzaga nació en Castiglione, Italia, el 9 de marzo de 1568, en el seno de una familia perteneciente a la nobleza. Su padre, Ferrante Gonzaga, era marqués  de Castiglione  y príncipe del Sacro Imperio Romano y su madre, Marta Tana, era hija de los Barones de Santena en Turín, Italia y fue dama de la realeza. Siendo el mayor de siete hermanos era el heredero natural del título nobiliario.

En tanto su madre preocupada por la vida espiritual de sus hijos, hizo bautizar a Luis consagrándolo a la Santísima Virgen; mientras que Ferrante su padre solo se preocupaba por el bienestar material de sus hijos y deseaba que Luis desarrollara una carrera militar, al punto que a corta edad, a los cuatro años, formaba parte de la corte del Duque Francisco I de Médicis.

Durante sus primeros años Luis disfrutó de todos los privilegios propios de la nobleza, era atendido por varios asistentes a la vez que recibió una buena educación.

Preparación militar

Con su padre, desde muy temprana edad, acostumbraba asistir a campamentos militares lo cual le inculcó una particular tendencia hacia los asuntos marciales, llegando incluso a que sus juegos predilectos eran los de acción.

Así llegó a la edad juvenil, época en que Ferrante Gonzaga,  después de la batalla de Lepanto, tuvo a su cargo preparar la infantería que debería acantonar en Túnez y se llevó consigo a Luis para ejercitarlo en su formación militar, permaneciendo ambos en esa actividad durante aproximadamente cinco años. Transcurrido ese tiempo su padre debió irse a África y Luis volvió a Castiglione junto a su madre, con quien compartió una vida de piedad y acercamiento a Dios.

Desprecio a su condición de noble

En el año 1576 se desarrolló una fuerte epidemia que indujo a Ferrante a enviar a sus dos hijos mayores de Florencia, allí Luis recibió clases de equitación, caligrafía y latín. Luego en 1579, ambos hermanos fueron enviados a Mantua, un año después recibió Luis su primera comunión, a la edad de 12 años.

Para ese tiempo Luis sufrió quebrantos de salud  que lo obligaron a someterse a dietas estrictas y reposo físico, lo cual sin proponérselo lo preparó la vida de austeridad y disciplina que desarrollaría en el futuro. Del mismo modo se dedicó a la lectura principalmente de literatura de índole religiosa. Posteriormente, Luis llegó a manifestar que aceptó su enfermedad como una bendición divina porque dispuso de tiempo para discernir sobre el significado de la vida que hasta ese momento llevaba y cómo sería su futuro, percibiendo en esa época su inquietud por el sacerdocio.

Una vez restablecida su salud, abandonó todo entrenamiento militar y destinó parte de su tiempo a catequizar a jóvenes de bajos recursos económicos. No obstante, seguía ligado a los compromisos como integrante de la nobleza, entre las cuales los cambios de residencia eran comunes para ellos, obligando a Luis a desempeñarse en distintas cortes, llegando a ser paje del príncipe de Asturias. Esa vida de ostentación perturbaba al joven Luis cada día más, adquiriendo cierta oposición hacia los valores que dirigían el ambiente materializado en el que estaba siendo formado.

Despertar a la vida religiosa

En 1581, formando parte de la corte de España llegó a sus manos un libro escrito por Fray Luis de Granada dedicado a la reflexión y a la oración, que se convirtió en la obra guía de su espiritualidad y lo condujo a desarrollar una gran inclinación por las lecturas de contenido religioso.

Este acercamiento a las enseñanzas cristianas influyó en él en su disposición a ingresar a la Compañía de Jesús, afianzada esta decisión en la iluminación que experimentó el 15 de agosto de 1583, día de la Asunción de la Virgen María, cuando estaba orando en una capilla y percibió la voz de la Virgen diciéndole que entrara a la Compañía de Jesús, lo cual terminó de fortalecer sus ideas de hacerse religioso.

Al hacerlo del conocimiento de su padre, a principios de noviembre de 1583, encontró en éste la esperada oposición. Luis, firme en su decisión cedió a su hermano, que le seguía en edad, todos los derechos de hijo mayor, renunciando a sus títulos y a sus propiedades; tenía en ese momento dieciocho años de edad.

Ya desde antes Luis había establecido contacto con la Compañía de Jesús al escoger como su confesor a un sacerdote jesuita, el padre Francisco de la Torre, teniendo solo nueve años de edad. Posteriormente, siendo su confesor otro jesuita,  el padre Fernando Paternó, Luis empezó a cambiar sus hábitos en la corte  llevando una conducta sobria y sencilla, lo cual le produjo fuertes críticas y desavenencias con sus congéneres.

Carrera sacerdotal

La madre de Luis se mostró conforme y hasta alegre de las aspiraciones de su hijo; mientras que su padre no aceptaba determinación vocacional de Luis y tratando de persuadirlo, le responsabilizaba de importantes deberes enviándolo a distintos destinos y buscando, además el apoyo de influyentes personas en los ámbitos familiares, eclesiásticos y  políticos para que trataran de hacer que Luis cambiara su decisión. Sin embargo, pasando el tiempo y en vista de la persistencia de su hijo, el padre aceptó lo inevitable escribiendo al superior general de los jesuitas, expresándole que “le entregaba lo que más él amaba en el mundo”.

A mediados de 1585 Luis renuncia a sus deberes públicos y el 25 de noviembre de ese año entra al noviciado de San Andrés del Quirinal en Roma, estando allí se dedicó de manera primordial a la oración que combinó con la consolidación de sus aprendizajes en teología y filosofía.

Dos años después, el 25 de noviembre de 1587  recibió las órdenes menores de la Compañía e hizo sus votos perpetuos de obediencia, castidad y pobreza.

Durante su noviciado no abandonó su costumbre de llevar una vida de penitencia y austeridad, que llegaron a comprometer su salud, lo que no le impidió llegar a ser un miembro ejemplar de la comunidad religiosa, tratando siempre de ejecuta labores humildes y siguiendo siempre las exigencias reglamentarias de la orden religiosa. Por otra parte, era tanta su entrega y compenetración con Dios, que sus compañeros narraban que con frecuencia entraba en estado de éxtasis.

Servicio pastoral

Su espiritualidad le permitió inferir en el comportamiento de muchas personas. A nivel familiar, siendo ya sacerdote y por orden del superior general de los jesuitas, hubo de trasladarse a su ciudad natal de Castiglione para intervenir en las desavenencias de su hermano Rodolfo y el duque de Mantua originadas por la propiedad de un castillo, el de Solferino. Luis consiguió establecer la armonía entre ambos, convenciendo además a su hermano a dar a conocer públicamente su matrimonio que tenía en secreto ya que su esposa debido a que su esposa pertenecía a una esfera socialmente inferior a la de ellos.

La epidemia o peste que ya en 1576 hacia devastación en la población, en Roma en  1591 alcanzó cifras alarmantes, ocasionando miles de fallecimientos. Dada la situación crítica existente, los trabajadores del campo en situación de falta de alimento y deficientes cosechas abandonan sus terruños y se desplazan a las ciudades lo cual agrava la situación sanitaria, ya que las mismas carecían de recursos humanos y médicos para afrontar la realidad.

Los jesuitas sienten la obligación de participar en la atención de los pacientes y es allí donde Luis Gonzaga interviene en prestar un servicio comunitario cuidando con desprendimiento a los enfermos; a raíz de ello, varios miembros de la cofradía contraen la peste y entre ellos Luis quien durante varios meses extremadamente enfermo.

Final de su vida terrenal

Su estado de salud fue empeorando cada día más y después de tres meses de haber de contraído la enfermedad, el 21 de junio de 1591 falleció en Roma Luis Gonzaga, teniendo apenas 23 años de edad.

Su tiempo en la tierra fue muy corto y sufrió muchos contratiempos en su desempeño en medio de la nobleza; pero esto contrasta con el hecho que vivió sabia e intensamente, dedicándose en sus últimos años a socorrer a los pobres, a auxiliar a los enfermos y a educar a los jóvenes, después de haber recibido un particular llamado de Dios y de la Virgen que le transformaron su vida para el bien de él y de su prójimo.

Reconocimiento eclesial

Reconociendo se santidad Luis Gonzaga fue beatificado Papa Paulo V y Benedicto XIII lo canonizó el 13 de diciembre de 1726, quien a su vez lo proclamó patrono de la juventud, protector de la vida y de los estudiantes.

La conmemoración de este jesuita se efectúa el 21 de junio y se le representa como una persona joven vestido de negra sotana y acompañado de un lirio, una cruz, un rosario y una calavera en referencia a su inocencia, su piedad, su devoción a la Virgen y a su prematuro fallecimiento, respectivamente.

El reconocimiento de sus méritos está presente a nivel mundial y es frecuente encontrar diversas instituciones educacionales identificadas con el nombre de Luis Gonzaga.

Oración sagrada a San Luis Gonzaga

A ti recurrimos en virtud a tu pureza

para que nos protejas de toda tendencia

a caer en la tentación de acciones indignos

bien sea de obra, de palabra o de pensamiento.

Así mismo pedimos por tu intercesión

nos des la capacidad y la sabiduría

para compartir material y espiritualmente

con los más necesitados,

amándolos como nuestro prójimo

y sin ningún alarde de superioridad.

Danos la gracia de saber compartir con nuestros semejantes

cualquier conocimiento o sabiduría

que Dios haya depositado en nosotros

para su mayor gloria. Amén.

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