Oraciones para tener una buena muerte y descanso en paz

Definir la muerte desde el punto de vista teológico no es una tarea sencilla pero para el cristiano creyente la muerte es ausencia de Dios y nos revelan lo vulnerable y finita que es la vida del hombre; las enseñanzas cristianas nos enseñan que con fe y siguiendo los preceptos de nuestro señor Jesucristo así como la preparación en nuestra vida cotidiana en el amor, se puede alcanzar la vida eterna y no morir para siempre, es decir no vivir en el pecado y creer en Dios.

La muerte o su cercanía es un momento al que todo ser humano se enfrentará, pero es una de las circunstancias más difíciles tanto para la persona como para los familiares. A pesar de ello cuando esta situación llega si nuestra vida y obra han sido apegadas a los valores cristianos y tenemos fe y pedimos perdón por todo aquello que haya podido dañar y ofender podemos invocar a San José, patrono de la Buena Muerte, que por su intercesión podamos tener paz en el momento de la muerte. Estas oraciones las pueden hacer los familiares o pedir por uno mismo para que el Señor tenga misericordia de la persona y le de paz a su alma.Nuestro señor Dios es la fuente de la vida y El nos ha prometido la vida eterna.

San José, esposo de la Virgen María, fue declarado patrono de la Iglesia universal en 1870 por el papa Pio IX, también es el patrono de la familia, de la buena muerte pues se dice que El murió en brazos de Jesús y de María, de los padres, las mujeres embarazadas, los viajeros, artesanos, ingenieros y trabajadores. La iglesia católica celebra su santoral el 19 de Marzo.

Oración a Dios Jesucristo para tener una buena muerte

Jesús, Señor Dios de bondad, padre de misericordia, aquí me presento ante Vos, con el corazón arrepentido, humillado y confuso encomendándote mi última hora y la suerte que después de ella me espera.

Cuando mis pies, perdiendo el movimiento me adviertan que mi carrera en este mundo está por acabarse;

Jesús misericordioso, tened compasión de mí.

Cuando mis manos trémulas y torpes, no puedan ya estrechar el crucifijo y, a pesar mío, lo dejen caer sobre el lecho de mi dolor;Jesús misericordioso, tened compasión de mí.

Cuando mis ojos apagados y amortecidos con el dolor de la muerte cercana, fijen en Vos miradas lánguidas y moribundas;

Jesús misericordioso, tened compasión de mí.

Cuando mis labios, fríos y balbucientes, pronuncien por última vez vuestro santísimo nombre;

Jesús misericordioso, tened compasión de mí.

Cuando mi cara, pálida y amoratada, cause ya lástima y terror a los circundantes, y los cabellos de mi cabeza, bañados de sudor de la muerte, anuncien que está cercano mi fin;

Jesús misericordioso, tened compasión de mí.

Cuando mis oídos próximos a cerrarse para siempre a las conversaciones de los hombres, se abran para oír de vuestra boca la sentencia irrevocable que determine mi suerte por toda la eternidad;

Jesús misericordioso, tened compasión de mí.

Cuando mi imaginación, agitada de espantosos fantasmas, se vea sumergida en mortales congojas, y mi espíritu, perturbado del temor de vuestra justicia a vista de mis pecados, luche con el enemigo infernal, que quisiera quitarme la esperanza de vuestra misericordia y precipitarme en el abismo de la desesperación;

Jesús misericordioso, tened compasión de mí.

Cuando mi corazón débil y oprimido del dolor de la enfermedad, esté sobrecogido del terror de la muerte, fatigado y rendido por los esfuerzos que hubiere hecho contra los enemigos de mi salvación;

Jesús misericordioso, tened compasión de mí.

Cuando derrame las últimas lágrimas, síntomas de mi destrucción, recíbelas, Señor, en sacrificio de expiación, para que muera como víctima de penitencia, y en aquel momento terrible;

Jesús misericordioso, tened compasión de mí.

Cuando mis parientes y amigos, juntos alrededor de mí, lloren al verme en el último trance, y cuando invoquen vuestra misericordia en mi favor;

Jesús misericordioso, tened compasión de mí.

Cuando, perdido el uso de mis sentidos, desaparezca el uso de mi vista, y gima entre las últimas agonías y congojas de la muerte;

Jesús misericordioso, tened compasión de mí.

Cuando mi alma salga para siempre del cuerpo, dejándolo pálido, frío y sin vida, aceptad la destrucción de él como un tributo que desde ahora ofrezco a vuestra divina Majestad: y en aquella hora tremenda;

Jesús misericordioso, tened compasión de mí.

En fin, cuando mi alma comparezca delante de Vos para ser juzgada, no las arrojéis de vuestra presencia, sino dignaos recibirla en el seno amoroso de vuestra misericordia, para que cante eternamente vuestras alabanzas.

 

Dentro del patrimonio católico se han escrito hermosas oraciones para pedir  y suplicar la misericordia y bondad de nuestro señor Jesucristo y al santo patrono San José para que nos escuche y asista en  el momento de la muerte; a continuación una plegaria

Oraciones a san José para alcanzar una buena muerte

Oración 1

¡Oh mi Santo protector, glorioso Patriarca San José, que, estando en el lecho de vuestro dulce tránsito, os visteis rodeado de ángeles y asistido de su Rey, Cristo Jesús, y de su Reina, la Santísima Virgen María, esposa vuestra, y que con esta amabilísima compañía salisteis en una paz celestial de esta miserable vida!. Alcanzadme la gracia de perseverar en el bien hasta que muera reclinado en vuestros brazos. Sí, santo mío, por aquella dulce compañía que Jesús y María os hicieron hasta la hora de vuestra muerte, protegedme en la mía hasta que me vea con Vos en el cielo. Compadeceos también de las pobres almas del Purgatorio que invocan vuestra gracia y poder para con ellas; amparadlas y llevadlas pronto a vuestra gloria, para que juntas con la mía, glorifiquemos vuestro santo nombre con el de Jesús y María por todos los siglos. Amén.

Oración 2

A ti acudo, San José, Patrono de los moribundos, y a ti en cuyo dichoso tránsito estuvieron solícitos Jesús y María, por estas dos carísimas prendas te encomiendo con empeño mi alma cuando luche en la extrema agonía: para que por tu protección sea libre de las asechanzas del diablo y de la muerte perpetua, y merezca ir a los gozos eternos. Amén

Oración 3

Invocaciones por los moribundos

Recibe, Señor, a tu siervo (sierva) en el lugar que debe esperar de tu misericordia. R/ Amén.

Libra, Señor el alma de tu siervo de todos los peligros del infierno, de los lazos de las penas y de todas las tribulaciones. R/Amén.

Libra, Señor, el alma de tu siervo, como libraste a Enoch y a Elías de la muerte común a los hombres. R/. Amén

Libra, Señor, como libraste a Noé del diluvio. R/.Amén.

Libra Señor, el alma de tu siervo, como libraste a Isaac de ser inmolado, y de la mano de su padre Abrahán. R/. Amén.

Libra, Señor, el alma de tu siervo, como libraste a Lot de Sodoma y de las llamas del fuego. R/. Amén.

Libra, Señor, el alma de tu siervo, como libraste a Moisés de la mano del Faraón, rey de los egipcios. R/. Amén.

Libra, Señor, el alma de tu siervo, como libraste a Daniel en el foso de los leones. R/. Amén.

Libra, Señor, el alma a tu siervo, como libraste a los tres jóvenes del horno de fuego ardiente, y de las manos de un rey cruel. R/. Amén.

Libra, Señor, el alma de tu siervo, como libraste a David de las manos del rey Saúl, y de las manos de Goliat. R/. Amén

Libra, Señor, el alma de tu siervo, como libraste a Pedro y Pablo de las cárceles. R/. Amén

Y así como libraste de atrocísimos tormentos a tu dichosísima virgen y mártir Tecla, así también dígnate librar el alma de tu siervo, y concédele que contigo pueda gozar de los bienes del cielo.

Oremos: Te encomendamos, Señor, el alma de tu siervo, y te rogamos, Señor Jesucristo, Salvador del mundo, que no dejes de colocar en el seno de tus Patriarcas a esta alma, por la cual misericordiosamente bajaste a la tierra. Reconoce Señor, a tu hechura, criada, no por dioses extraños, sino por Ti, único Dios vivo y verdadero. En efecto, no hay Dios fuera de Ti, ni comparable en tus obras. Alegra, Señor, esta alma en tu presencia, y no te acuerdes de sus antiguas iniquidades excesos que suscito la violencia y ardor de sus pasiones. Pues aunque haya pecado, no ha negado al Padre, ni al Hijo, ni al Espíritu Santo, sino que creyó, y tuvo amor y celo del Dios que hizo todas las cosas.

Señor, te suplicamos que olvides los delitos e ignorancias de su juventud; pero acuérdate de él en la gloria de tu caridad, según tu gran misericordia.

Ábranse los cielos y alégrense con él los Ángeles. Recibe a tu siervo, en su Reino. Recíbale San Miguel, Arcángel de Dios, que mereció ser príncipe de la milicia celeste. 

Salgan a su encuentro los santos Ángeles de Dios, y condúzcanle a la ciudad celestial, Jerusalén. Recíbale el bienaventurado Pedro Apóstol a quien se dieron las llaves del reino de los cielos.

Ayúdele el Apóstol San Pablo que digno vaso de elección. Interceda por él San Juan, Apóstol de Dios a quien fueron revelados los secretos del cielo. Rueguen por él todos los Santos Apóstoles, a quienes el señor dio el poder de atar y desatar.

Intercedan por él todos los Santos y escogidos de Dios, que en este mundo sufrieron grandes tormentos por el nombre del cristo; para que desligado de las cadenas de la carne merezca llegar al glorioso reino de los cielos, por la gracia de nuestro Señor Jesucristo, quien con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. R/. Amén

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