El 15 de agosto del año 1195 nació en Lisboa, región perteneciente al reino de Portugal que a su vez formaba parte de España, un niño que fue bautizado bajo el nombre de Fernando Martin Bulhões y Taveira, siendo sus padres María Taveira y Martím de Bulhões, hidalgo portugués proveniente de los Bouillon que era una familia de la nobleza francesa. Al alcanzar los 25 años de edad tomó la determinación de cambiarse el nombre, adoptando el de Antonio.
Con el transcurrir del tiempo el joven Fernando se hizo sacerdote franciscano convirtiéndose en un importante teólogo y predicador que le mereció ser reconocido como doctor de la iglesia y como santo.
Se le conoce y venera como San Antonio de Padua, como San Antonio de Lisboa y como el Doctor Evangelizador. Ha llegado a ser una de los santos más famosos y nombrados por la iglesia católica y sus seguidores.
La vida de este santo transcurrió como la de un verdadero creyente comprometido, caracterizada por su capacidad para amar y perdonar, enfrentando las vicisitudes cuotidianas con entereza y determinación, preocupándose siempre por las carestías, espirituales y materiales, de sus semejantes, afrontando con aliento y valor los momentos de dificultades que se le presentaban, confiando siempre en lo beneficioso que es comprender la voluntad de Dios.
Su inicio en la vida religiosa y sacerdotal
San Antonio de Padua hizo sus primeros estudios en una escuela ecuménica o catedralicia, que eran instituciones educativas dependientes de las catedrales de las ciudades y cuyo fin era incentivar las desviaciones hacia el sacerdocio. Su ingreso a esa escuela pudo estar influenciada por desempeñarse allí como docente, un tío del joven Fernando. En el año 1210, a la edad de 15 años, con una insipiente vocación religiosa ingresó al monasterio de San Agustín ubicado en las inmediaciones de Lisboa; sin embargo, su familia no estaba de acuerdo con su resolución y acabaron con hacerlo desistir de su objetivo.
Toma de decisión en su vida
Durante los siguientes dos años, Fernando fue objeto de fuertes presiones familiares para que se alejara de sus convicciones religiosas, ante lo cual adoptó la determinación de renunciar a los derechos que le correspondían como patrimonio familiar y en el año 1212 ingresó al monasterio de Santa Cruz de Coimbra, donde se dedicó al estudio de grandes obras religiosas, bajo la influencia de la escuela teológica de parisiense. La tranquilidad espiritual que allí encontró se vio afectada por profundos enfrentamientos que se suscitaron entre el rey de Portugal, Alfonso II, y el papa Inocencio III y que influyeron de manera importante en la vida de la comunidad ya que el mismo superior de la misma fue objeto de excomunión por ser seguidor de Alfonso II.
Siendo ya sacerdote, llegó el año 1219 y tuvo la oportunidad de interactuar con una modesta agrupación franciscana recientemente fundada y establecida en la misma Coimbra, llamándole la atención la pobreza en que vivían, la fraternidad allí desplegada y el sentido evangelizador que practicaban; poco tiempo después tuvo conocimiento del martirio sufrido por algunos de los integrantes de la comunidad franciscana. Todo esto despertó en Fernando su firme deseo de pertenecer a la orden franciscana en 1220 tomó el hábito franciscano y cambió su nombre por el de Antonio.
Decisión de ser martirizado
Atraído por el recuerdo de los mártires franciscano solicitó ser enviado a tierras donde la persecución de la fe católica fuese evidente y tener así la oportunidad de ofrecer el mismo su vida en defensa de sus principios religiosos. En razón a esto fue enviado a Marruecos, pero al poco tiempo de su arribo enfermó gravemente de malaria y tuvo que alejarse de estas tierras. Su nuevo destino era ahora España para regresar a Portugal.
Cambio de sus propósitos
Quiso el destino que una fuerte tempestad hiciera que la embarcación donde viajaba, fuese desviada hacia Sicilia donde continuó la recuperación de su salud en un convento franciscano de esa localidad.
En 1221 se trasladó a Asís a una asamblea general de la orden franciscana donde tuvo la oportunidad de conocer a San Francisco de Asís. El compartir con este Santo influyó de manera importante en Antonio, decidiendo no proseguir a Coimbra sino solicitar su permanencia en la comunidad de la Romaña que tenía influencia en todo el norte italiano. El superior provincial de esa comunidad acogió con beneplácito a Antonio, destinándolo al convento de Montepaolo, en las cercanías de Forli, para que fortaleciera su salud y profundizara sus conocimientos religiosos y espirituales, preparándose de esta forma para desempeñar un verdadero apostolado.
Su destino como predicador
En el año 1222 en oportunidad de la ordenación de algunos sacerdotes dominicos y franciscanos a realizarse en la catedral de Forli, y encontrándose Antonio bien restablecido en su salud, se le encargó sin previo aviso de la homilía de la ceremonia, la misma fue de un contenido muy profundo e intenso que causó gran admiración y respeto entre los asistentes.
El sacerdote provincial de la orden franciscana lo designó predicador, encomendándole bajo su responsabilidad la totalidad de la región norte de Italia caracterizada para el momento por la presencia de múltiples movimientos herejes albigenses o cátaros, lo cual hacía su trabajo más difícil. Sin embargo, sus consejos, reflexiones y sus debates siempre traían buenos resultados logrando la conversión de muchos apóstatas, inclusive a dirigentes de estos movimientos, como fue el caso de Bononillo, conocido obispo cátaro.
Labor religiosa
Dedicó parte de su tiempo a la docencia, labor que desarrolló principalmente en Bologna donde impartió teología en el monasterio de Santa María de Pugliola. Sin embargo, su destacado desempeño en la conversión de increyentes condujo a que sus superiores lo enviaran a retomar su papel de predicador, función que cumplía a cabalidad por su fe y sus conocimientos, a los que se unía su extraordinaria memoria y su vigorosa dicción. Era tal su éxito en la conversión de quienes le escuchaban que se le llegó a llamar martillo o azote de los herejes.
Después de la muerte de San Francisco de Asís, el nuevo superior de los franciscanos nombró a Antonio como provincial de Romaña, lo cual le imponía la obligación de desplazarse por toda la provincia, esto le permitió tener la oportunidad de formar diversas escuelas y conventos de franciscanos. Fruto de la experiencia hasta allí acumulada, consiguió tiempo para dedicarse a la escritura de sus pensamientos los cuales exponía en sus famosos sermones. No obstante el éxito que significaba para el incremento de la fe, la prédica de Antonio, para el año 1230 su salud iba empeorando por lo cual solicitó al Superior General de la Orden, que lo relevara del cargo.
Su solicitud fue aceptada encomendándose formar parte de un comité para el estudio y reforma de las reglas franciscanas que debían ser presentadas ante el papa, para ese momento Gregorio IX, para su aprobación definitiva. Le correspondió a Antonio hacer exposición del documento ante toda la asamblea de la iglesia en Roma, quienes tras escucharlo con el mayor interés, quedaron convencidos de la necesidad de aprobar las reformas propuestas.
Su retorno a Padua
Aquejado por el deterioro de su salud Antonio se recluyó en la ciudad de Padua donde se dedicó a la predicación y en segundo término a escribir homilías o sermones correspondientes a las diversas celebraciones del calendario litúrgico y que se convirtieron en el tiempo en verdaderas joyas bibliográficas y de enseñanza religiosa; aparte de que en ellos dejaba traslucir la solución a problemas diarios de la comunidad. Fue así como por medio de sus sermones consiguió que las autoridades civiles de Padua liberaran a personas detenidas por no tener dinero para saldar deudas contraídas.
En la medida que el tiempo pasaba la salud de Antonio se hacía más de cuidado y, en mayo de 1231, fue enviado a la población de Camposampiero para que descansara y se restableciera. Al hacerse del conocimiento de los pobladores la presencia de Antonio en ese lugar, los mismos concurrían en su búsqueda continuamente para solicitar su orientación espiritual.
El 13 de junio de ese mismo año Antonio experimento una fuerte crisis en su salud y sabiendo que su vida terrenal estaba punto de finalizar, suplicó que lo llevaran a Padua donde quería morir. Quienes lo trasladaban, para evitar el acoso de la gente se detuvieron en la población de Arcella ubicada hacia el norte de Padua, allí recibió la extremaunción y falleció a los 36 años de edad.
Compendio de la vida de San Antonio de Padua
Dedicó aproximadamente diez años de su vida a la prédica, siendo un brillante orador que dominaba a la audiencia trasmitiéndoles sus principios cristianos. Fue un teólogo prestigioso, lo cual le permitió plasmar en sus escritos sus conocimientos místicos plenos de virtuosidad y espiritualidad. Posterior a su muerte, todas sus alocuciones fueron publicadas.
Su santidad fue inmediatamente reconocida lo que permitió que sólo a un año de haber fallecido, el 30 de mayo de 1232, el papa Gregorio IX lo canonizara. Para el siglo XV la devoción a San Antonio de Padua se extendió a nivel mundial. En 1946 el papa Pío XII lo declaró Doctor de la Iglesia.
Devoción a San Antonio de Padua
Su festividad es celebrada el 13 de junio. Se le reconoce como intercesor del bienestar de los solteros, milagroso para conseguir pareja, protector de los hijos y eficaz para localizar objetos perdidos.
Es patrono de los viajeros, de los panaderos, de los albañiles y de los pobres.
Oración a San Antonio de Padua
Oh gloriosísimo San Antonio de Padua,
que con tu sabia palabra conseguiste la conversión
de tantos incrédulos,
haciendo que ellos encontraran la verdad en Dios omnipotente,
intercede ante el Altísimo para que (nombrar a la persona)
obtenga la gracia de acercarse a Díos
y al hallarlo reconozca las faltas cometidas
y aprenda a amarlo inmensamente.
Oh gloriosísimo San Antonio de Padua,
que por tu intercesión, la persona que estamos encomendando
consiga la paz espiritual y el conocimiento de la grandeza del Creador,
que le permita cumplir fielmente y con agrado
las exigencias de la ley divina
para gloria de Dios y bien de su alma. Amén.